No es sencillo detectar todos los casos de niños autistas en el aula. Debemos tener presente que cada persona es distinta a otra. Y, por este motivo, no siempre puede ser afectada de la misma forma. Esto sucede con el TEA o trastorno del espectro autista, que tan difícil resulta, en muchas ocasiones, ser detectado en el ambiente familiar.

El autismo y sus diferentes tipos

Hablar de autismo es una tarea compleja. No siempre se dan signos evidentes de este trastorno generalizado del desarrollo. Si la imagen más difundida ha sido la del niño incapacitado para comunicarse, meciéndose y mirando al vacío, debemos ser conscientes de que no representa siempre la realidad del niño autista.

Un niño con el síndrome de Asperger, perteneciente también al espectro autista, puede no presentar ciertos rasgos con respecto a otro con un grado más profundo de autismo. Sí es cierto, que existen rasgos equiparables a la mayoría de los casos, como son problemas de socialización y de adecuación a las normas sociales.

Lo que la profesora de educación infantil debe tener en cuenta de los niños autistas

Tanto una facilidad inusual del lenguaje para su edad, como la falta de este, pueden ser signos evidentes de autismo. Todo está en función de si el menor presenta un alto rendimiento o, en cambio, se percibe un cierto atraso con respecto a los niños de su edad.

Un signo común en los menores con este trastorno es una falta de atención visual. Es normal que no miren directamente a los ojos, aunque pueden adquirir esta actitud en la edad adulta.

El profesional docente debe tener en cuenta el déficit de atención de los niños autistas. Debido a su facilidad al ensimismamiento, es normal que no puedan captar la atención durante mucho tiempo seguido. Por eso, el profesor podrá comprobar como el menor asimila mejor las frases cortas y directas a las largas y complejas.

Otro de los rasgos característicos es el aislamiento del niño autista en el que, de forma voluntaria o involuntaria, suele encontrarse. Ya sea por la dificultad que tiene para socializar con otros niños o porque, debido a un grado mayor que presente, no muestra interés en hacer contacto.

Muestran problemas para comprender el lenguaje simbólico o subjetivo. No comprenden el sarcasmo, a menos que se le explique y vaya asimilándolo con el tiempo. Tampoco entienden la gesticulación, por lo que no acostumbran a utilizarla.

Especialmente en el sexo masculino, muestran un habla de entonación monótona, sin hacer énfasis o ser expresivos.

Aunque no es una regla general del síndrome de Asperger, un porcentaje de estos niños pueden mostrar un alto coeficiente intelectual. A esto se le puede sumar hiperactividad y, del mismo modo, menos interés en interactuar con niños de sus edad.

Las inquietudes que puede tener un profesor de educación infantil

Cuando el profesor de educación infantil detecte un caso de autismo en el aula, deberá examinar las posibles causas y el entorno del menor.

El niño con autismo puede ser el menor afectado por padecer este trastorno. Para la familia suele suponer un shock importante debido a la superficial apreciación que se tiene del mismo. Es preciso que se establezca el grado de este problema, entendiendo que no se puede curar ni tampoco suele responderse a una medicación.

Dentro del aula de infantil también pueden surgir dificultades a la hora de comprender ciertas respuestas de los pequeños con TEA. Por eso, es necesario comprender sus dificultades para adquirir normas sociales en el grupo.

Posiblemente, cuando se advierte un caso de autismo, pueda pensarse en la necesidad de que el alumno se integre a un centro especializado. Pero realmente, si queremos ayudar a estos niños y niñas, tenemos que valorar un trato especial en un entorno común, rodeados de “neurotípicos” (forma en que los que tienen TEA definen a los que no lo tienen).

TEA en el aula de infantil

Síntomas de los niños autistas en el aula

Además de los puntos ya comentados sobre las características o formas de identificar a las niñas y niños autistas, podemos señalar otras vías igual de importantes. Cuando apreciamos a un menor con poca tolerancia a las reglas del juego, que no le gusta la disciplina y que, incluso, le gusta inventar normas improvisadas cuando juega, posiblemente estemos ante un niño con autismo.

El niño con el espectro autista tiene más facilidad para los juegos mecánicos. Suelen ser repetitivos en el aspecto de la expresión oral y en los movimientos. El aleteo que generan con los brazos suele ser un mecanismo para liberar estrés, así como caminar en círculos.

Con respecto a estímulos sonoros, pueden mostrar respuestas opuestas, en función del grado que ocupen en el trastorno. Habrá quienes no presenten ningún tipo de reacción(pudiendo pensar los padres que padecen algún tipo de problema auditivo). En otros casos, ante un ruido fuerte, puede darse una reacción de nerviosismo inhabitual.

Detectar en el aula a niños autistas no es una tarea sencilla. En muchos casos, el trastorno puede no apreciarse hasta la adolescencia, sobre todo cuando tienen autismo de alto rendimiento. Obviamente estos no son los únicos indicativos a tener en cuenta, es por eso que hay que guardar la calma y seguir observando al alumno durante un tiempo prudencial antes de hablar con sus padres. No es suficiente con apreciar una vez un comportamiento como los descritos. Conviene ser prudente.

No conviene alertar a sus progenitores ante un simple signo de autismo. Será más oportuno tratarlo con calma y mantener la atención sobre el alumno o alumna. Si se siguen advirtiendo signos de este tipo, el siguiente paso recomendado sería poner el caso en común con el resto del profesorado del posible autista y con la dirección del colegio para saber cómo afrontar la comunicación con los padres y madres del alumno. Muchos padres tienen problemas para aceptar que sus hijos puedan padecer TEA, lo que dificulta una mejor intervención docente para bien del menor.

Si el centro dispone de un psicólogo infantil, el profesorado podrá poner en conocimiento de este profesional el caso. A partir de ese momento conviene mantener la normalidad siempre con el alumno y dejar que el psicólogo haga su trabajo. Obviamente, la comunicación constante sobre el caso, entre todos los responsables es necesaria. Todos los profesionales que interactúen con el niño o niña autista deben estar en la misma línea. Lo más importante es mantener la normalidad, que será lo que el niño, sus padres y el resto de alumnos más agradezcan al fin y al cabo.