Los grados de dependencia son unos indicadores que miden las carencias en la autonomía personal. La definición de estos grados es un instrumento del sistema de salud de nuestro país para organizar la asistencia a las personas dependientes. Supone una sistematización y ordenación de estas incapacidades personales, que van a posibilitar la adecuada coordinación de la atención sociosanitaria a los dependientes.
¿Qué implica estar en situación de dependencia?
En primer lugar, hemos de señalar que toda la información que te vamos a ofrecer está relacionada con la Ley de Dependencia. Es la denominación popular de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia.
La dependencia es un factor que conforma, junto a la autonomía, un continuo del que ambos son sus extremos. La autonomía es la capacidad personal de decidir y realizar actividades en el día a día. Por su parte, la dependencia implica una incapacidad para llevar a cabo una serie de actividades.
Siempre que el dependiente conserve la capacidad de realizar determinadas iniciativas, la dependencia define una necesidad parcial. Eso sí, esta también puede llegar a ser total. La merma de la autonomía puede darse en los planos físico, sensorial, mental o intelectual. Es posible experimentarla solo en uno de ellos o en varios.
En cuanto a los perfiles de dependientes, destacamos los principales. Pueden requerir la atención sociosanitaria a la dependencia: ancianos con problemas de movilidad, víctimas de accidentes, enfermos crónicos, discapacitados, convalecientes…
¿En qué consisten los grados de dependencia?
Como estudiante del Certificado de Profesionalidad de Atención Sociosanitaria en Instituciones Sociales, te interesa conocer los grados de dependencia. Esta gradación se va a fundamentar básicamente en las pérdidas de autonomía personal. Se trata de inconvenientes asociados las a necesidades específicas para sobrellevar el día a día con seguridad y dignidad.
Las mermas en la autonomía personal tienen que ver con acciones concretas. Las dificultades pueden revestir una gravedad menor, como cuando se complica comprar o cocinar. Asimismo, pueden afectar a acciones cotidianas fundamentales para la calidad de vida. Nos referimos, por ejemplo, a comer, al aseo, a vestirse o a acostarse.
Un profesional sociosanitario se encargará, en el domicilio del dependiente, de medir su grado de dependencia. En este sentido, se basará en la aplicación del Baremo de Valoración de la Situación de Dependencia (BVD). Este aporta criterios para la realización de un análisis de las carencias de autonomía.
Este análisis se despliega en dos subanálisis. Por una parte, el de las actividades básicas, como el control de las necesidades fisiológicas, comer o ducharse. Por otra parte, el relativo a las instrumentales. Podemos encuadrar en estas últimas algunas domésticas y extradomiciliarias. Por ejemplo, medicarse, comprar, preparar la comida, moverse autónomamente fuera del hogar, etc.
Los 3 grados de dependencia
A continuación, te describimos el orden y las características de los grados de dependencia. Toma nota también de sus puntuaciones, que provienen del BVD (Baremo de Valoración de la Dependencia).
Dependencia moderada (grado 1, entre 25 y 49 puntos)
La padecen quienes comienzan a requerir que les ayude un asistente. Esta contribución a las rutinas diarias no es continua, pero sí palia algunas carencias concretas de autonomía. Se hace efectiva una vez al día.
Dependencia severa (grado 2, entre 50 y 74 puntos)
En este grado, al dependiente todavía no le hace falta que le ayuden todo el día. Sin embargo, satisfacer sus necesidades básicas ya requiere del cuidador dos o tres veces cada jornada.
Gran dependencia (grado 3, entre 75 y 100 puntos)
Se da cuando las incapacidades físicas y mentales se revelan como absolutas. Los afectados necesitan las ayudas de forma continuada y para hacer la práctica totalidad de sus tareas.
¿Cómo se articula la asistencia sociosanitaria a los dependientes?
Por último, te vamos a resumir las actuaciones necesarias para que la atención a la dependencia sea una realidad. Las complicaciones o la regularidad con las que se efectúen estas ayudas dependerán del grado de dependencia individual.
Asegurar la higiene personal y en el domicilio y garantizar la nutrición, la satisfacción de las necesidades fisiológicas y vestirse en condiciones son objetivos prioritarios. Pero hay más intervenciones relevantes. Por ejemplo, la ayuda para desplazarse fuera de casa o la realización de gestiones económicas. La puesta a disposición de un servicio de teleasistencia viene especialmente bien para solucionar determinadas incidencias.
Por último, la asistencia psicosocial se va a notar especialmente en las terapias para recuperar ciertas facultades mermadas o perdidas. Al fin y al cabo, el fomento de los hábitos autónomos viables es una prioridad. De este modo, pueden favorecerse las relaciones con el entorno social del dependiente, tan relevantes para el autoestima de las personas dependientes.
En definitiva, los grados de dependencia conforman una escala útil para intervenir ante las pérdidas de autonomía personal. Facilitan comprender las necesidades individuales de los dependientes y destinar los medios adecuados para satisfacerlas. Si pretendes trabajar atendiendo a dependientes, profundiza en el contenido de estos grados mediante cursos como el de nuestra escuela de formación profesional.